
Con tantos años de pasar hambre, se convencieron de que el único derecho es la sopa, cuando no es así.
Qué no se convenzan de que por $1000 podés comer “tranquilo en tu casa”. Donde los comedores pasan a ser un negocio ya para algunos grupos. Se está naturalizando que comer en comedores es “lo normal” cuando en realidad el mejor comedor es la mesa de tu casa con la familia, comiendo lo que se quiere y puede. El derecho primordial que tienen que reclamar siempre es el trabajo digno, formalizado y bien remunerado. Pero de nuestra parte, nos olvidamos, no le seguimos hablando y no nos seguimos formando en política. La buena política, la que te enseña a defender tus derechos, a debatir, compartir miradas, intercambiar posiciones distintas, siempre en el marco del respeto al que piensa distinto. Y no esa política insana que quiere la destrucción del adversario. Esa política berreta que promueve cierta “Orga Nacional” que solo busca cargos y perdurar sin transformar la realidad del país.
Tenemos que tener pibes y pibas que coman algo, que puedan elegir y que los satisfagan, porque los únicos privilegiados son ellos. Tenemos que tener pibes y pibas que jueguen, no que tengan que esperar siempre instrucciones de qué hacer. Van a la escuela por mandato de los padres. En las escuelas los manda la maestra, y después, nosotros, los adultos, que somos sus “superiores” a enseñarles.
Hay que ir a jugar con los pibes. Tienen que jugar, divertirse. Y en el juego está la única cosa que podés poner en valor diciéndole que hay IGUALDAD, porque en el juego hay disputa, si no, no van a creer que estamos en igualdad de condición.

¿Cómo van a creer que somos iguales si ellos no pueden comer y nosotros si?
¿Cómo va a creer que somos iguales si él no sabe leer y escribir y nosotros si?
Yo creo que es hora de hacer una autocrítica, reflexionar y empezar a generar respuestas para esos sectores, porque dejamos de hacerlo.